Muerte en Venecia puede coronarse como una de las más maravillosas y profundas películas de Visconti, autor de Ludwig o El Gatopardo entre otras muchas, ocupando un lugar entre las mejores películas italianas de todos los tiempos.
Plasma fielmente las características narrativas de la novela de Thomas Mann, ya que hablamos de una adaptación. Este detalle no le arranca al film la merecida originalidad, porque ha sido capaz de manejar un universo propio y personal, donde la magnificencia se mezcla con las técnicas cinematográficas más exquisitas.
En lo que respecta al apartado visual, la película cuenta con una minuciosa fotografía, siendo capaz de crear hermosos paisajes oníricos mostrando elementos que no sobresalen de nuestra realidad, invitándonos a entrar en la historia y prestando mucha atención al detalle.
La banda sonora está compuesta únicamente por sinfonías de Gustav Mahler, que acompaña de manera brillante y dota a determinadas secuencias de una majestuosidad imperecedera ( La figura del protagonista está basada en el compositor).
La memorable actuación de Dirk Bogarde en el papel principal crea un vínculo bello e hipnótico con Tadzio (el chico), pudiendo decirlo todo, expresando sentimientos y emociones intensas solo con las miradas, cargadas de lujuria reprimida, recogimiento interno por ambas partes y deseo. La tensión y el aumento de la agonía por lo inalcanzable son, si lo miramos con el sentido más poético, la verdadera causa de la muerte.
Además, el film está repleto de, no tanto personajes secundarios, pero si de extras. Estos siempre están en un segundo plano, y no interfieren en la narración, asimilando que los protagonistas de la historia están sumidos en un amor tóxico para sus almas. O al menos uno de ellos, ya que la visión de Tadzio es confusa y nunca se resuelve del todo, exponiéndonos solo algunas pinceladas, como las famosas miradas o los paseos al amanecer.
La ciudad toma un papel vital a la hora de influir a Gustav, creando una similitud entre esta y el joven, con la belleza como componente mutuo. El acoso, oculto entre columnas y esquinas, constituye un claro ejemplo de la semejanza citada; Los dos, aun teniéndolos al alcance de la mano, jamás podrán ser apreciados en su plenitud.
La epidemia que asola Venecia hiere al protagonista, pero la asestada final, a mi entender, es la desolación al comprender que la belleza más pura para el corazón humano, algo que persiguió durante toda su vida, es inalcanzable.
La pérdida de la juventud es otro de sus temas, pero ligada siempre a la figura del joven, por lo que no alcanza la importancia de otros aspectos y no afecta demasiado a la estructura principal.
Muerte en Venecia es una película que persigue la hermosura, pero, al igual que Gustav, jamás la tentará en un sentido físico, sino sólo en un sentido personal y una observación tímida en la distancia, el obstáculo más fuerte en el camino hacia la satisfacción personal.
De una enorme belleza, entremezcla filosofía y estética, concibiendo una de las mejores películas europeas de todos los tiempos, y una de las mejores de su década.
NOTA: 9.6/10